miércoles, 5 de noviembre de 2008

ACUMULANDO PUNTOS

Acumulando puntos

Cualquier empresa que haya lanzado alguna vez al mercado un programa con el que se pueda acumular puntos ha logrado con éxito la más absoluta fidelidad por mi parte y de toda mi familia. Nadie se puede quejar, ni los Supermercados ni las tarjetas de crédito, o el Abitab donde pago mensualmente la luz y teléfono. Pero en todos estos años nunca logré juntar suficientes puntos como para vanagloriarme de haber ganado algún premio interesante, más que un secador de pelo al cual mi mujer nunca me dejó tocar, o una plancha que vive viajando de service en service mientras yo sigo yendo a trabajar cada día con la ropa bien arrugadita al estilo acordeón . También obtuve un microondas que cuanto más tiempo encendido más y mejor enfría la comida, creo que usa ondas AM de Radio Montecarlo con la voz grabada del señor Bello en “Aquí esta su disco”, y una tostadora atorranta que todas las mañanas se le tranca la feta de pan por más finita que sea, y si por milagro logro pescarla con el tenedor, siempre sale rota y bien chamuscada.
Además, no importa cual sea la táctica que le sugiera a mi señora para lograr mayor puntaje conjunto, igual nunca consigo nada: Si digo que compremos todo en el Disco, una especie de fuerza sobrenatural la lleva hacia Tienda Inglesa, y si cambio de estrategia pasándome de golpe a Tienda Inglesa, ella arranca para el Macro.
Pues bien, cuando ya resignado a que nunca lograría ganar nada importante, increíblemente llegó un mail de American Airlines que había acumulado suficientes millas para el premio a Estados Unidos. Al margen de que la emoción me embargó, apuré el trámite e hice la reserva pues coincidió que necesitaba viajar por trabajo, pero mayormente porque creía que con los actuales líos económicos mundiales la compañía aérea podría hacerme la “gran Pan American”; O sea fundirse tranquilamente en cualquier momento dejando a todos los pasajeros tirados por el mundo, en un seguro “arreglate como puedas and go to sing to Magoya”.
Confieso que con gran pesimismo fui en busca del premio, e increíblemente el premio existía de verdad. Pero no venía en forma graterola como bien supuse, había que pagar una tasa de 75 dólares que nadie de American supo justificar su razón más que con argumentos insostenibles.
Por antiguos problema de rodillas pedí cualquier asiento frente a la puerta de emergencia, pero como de costumbre, como cada viaje que he hecho, me contestaron que debía hacerlo bien tempranito en el “check in”, y aunque llegué al aeropuerto cuatro horas antes igual me anunciaron estaban todos ocupados desde hacía semanas. Creo que me voy a ir a la tumba sin entender como acceder a este curro.
Atravesar el Free Shop fue un suplicio. Mientras paseaba despreocupado los vendedores me dejaban tranquilo como a mi me gusta, pero cuando me detuve que mirar un perfume se me abalanzaron varias jóvenes obligándome a oler las nuevas fragancia de ni sé qué fantasmas franchutes. En dos minutos ya me habían rociado con más de diez spray diferentes, comenzando en las palmas de mis manos y terminando casi por los codos. Para sacármelas de encima les dije que me disculparan, pero por tener la glicemia tan alta el médico me había prohibido usar perfumes hechos por el socio de Gabbana. Como ni entendieron cambié la táctica y con naturalidad pregunté si les quedaba VITESS o AVANT LA FETE, por lo que se quedaron mirándome desconcertadas, y resignadas a que no me sacarían ni un mango se alejaron con la excusa que las estaba llamando la supervisora.
De la interminable lista de encargos hechos por mi madre, mi hermana y mi señora, recordé la crema antiarrugas Stendhal. Cuando vi el tamaño del pote pensé que sería una muestra gratis, pero al oír el precio, descubrí que cada gramo es un poquito más caro que la Heroína. Es más, creo que los narcos pierden el tiempo traficando tanta droga que los expone a largos períodos de prisión. En su lugar deberían comprar un par de kilos de esta crema Stendhal, en un bowl industrial tipo Panadería mezclarlos con diez kilos de Doctor Selby , cuatro de Ponds y veinte barras de jabón BAO (rallado fino), mandar a fabricar a China unos doscientos potes truchos, rellenarlos, y al mejor estilo AVON ofrecerlos casa por casa a un treinta por ciento más barato.¿Quién los va a descubrir? si allí estaban varias señoras probando y comprando estas cremas que seguro venían usándolas desde hacía tiempo. Al observarles el cutis más de cerca concluí que todas sin excepción habían quedado algo peor que Manuelita tras su ajetreado regreso de París a Pehuajó.
Durante la espera para entrar al avión me encontré con un tipo que parecía conocido, de esos que veo cada muchos años, él se acordaba perfectamente de mi nombre, el de mi esposa y el de cada uno de mis hijos. Yo en cambio, ni el nombre y ni siquiera de dónde lo conocía, tal vez estuviéramos peleados desde niños y me había olvidado el motivo, o quizás jamás habíamos conversado anteriormente. Esta última teoría ganó fuerza cuando apenas comenzamos el diálogo noté que hablaba de gente, calles e historias con las que nunca tuve vínculo alguno. Cada dos frases me nombraba a un tal Garbarino y un tal Menéndez del Club de Golf, y lo más cerca que he estado del golf es cuando le agrego salsa a los palmitos. Pero no quise desairarlo porque en ese momento estábamos en perfecta simbiosis, nos precisábamos mutuamente para hacer pasar el tiempo, así que seguí dialogando porque igual no tenía donde escapar.
Luego contó de sus problemas al por mayor, el perjuicio que le causó la caída de la Bolsa, el presupuesto de enviar los hijos a colegio pago, el costo de la salud. Si bien no me interesaba nada de su relato, por solidaridad me acoplé a la charla explicándole que no estoy en mejor situación, que todo me resulta caro, que la canasta familiar, la educación, lo que subió la ropa, que casi no acumulo puntos en el Supermercado, bla bla bla, etc. Cuando se hizo un silencio y no quedó tema para seguir, oímos el llamado por altoparlante a los pasajeros de Primera Clase o Ejecutiva, y ante mi atónita mirada el bajoneiro se despidió saliendo raudamente hacia la cola de privilegiados.
Quedé sólo y sorprendido, pero de inmediato traté de sobreponerme y me vino a la mente esa última esperanza que tal vez alguien se apiadara y me diera un asiento sin nadie al lado para poder descansar mejor. Al ingresar una azafata tomó mi ticket en el que resaltaba la palabra “no charge”, y sin perder tiempo en dirigirme la palabra, cabeceó con ese gesto inconfundible de “seguí pa´triqui”. Pasé caminando por “Primera” donde la mayoría eran yanquis y europeos que ya estaban leyendo Newsweek o escribiendo estupideces en sus Laptops ni me prestaron atención, seguro acostumbrados a viajar seguido con esa comodidad. Pero en “Ejecutiva” volví a experimentar la eterna sensación que me persigue desde hace muchos años. Tanto los yoruguas, los porteños e incluso el bajoneiro, que habían garroneado abiertamente, todos concentrados mirándome a mi, solamente a mi, con esos ojos mezcla de goce y recelo contra posibles polizontes compartiendo el mismo pensamiento:
_”Andá para Económica pedazo de bichicome, ni te atrevas a pedir para sentarte con nosotros. No nos queremos contaminar de gentuza como vos”.
Y para que se prolongara mi tortura quedé trancado por una señora parada adelante que no encontraba lugar para su súper baúl de cien kilos, el cual hasta hoy no sé como le dejaron subir (por un bolsito de mano tamaño lonchera escolar ya me hubiesen bajado del vuelo, con un guardia y esposado) Se sentó la doña, el baúl seguía oficiando de barricada pero a ella poco le importaba. Los garroneros continuaban clavándome sus ojos, ni desviaban la mirada, cada segundo me parecía una hora. Apareció un funcionario salvador de American y tras acomodar el baúl me pidió otra vez el ticket. Balbuceó algo en inglés cerradísimo mezcla de Oklahoma y Nebraska, lo poco que logré entenderle fue que siguiera hasta el fondo pasando el baño, y luego creo murmuró que por lo repleto que íbamos y dada la categoría de mi pasaje, en lugar de un asiento me darían una hamaca paraguaya.
Me acomodé en la última fila, al medio, butaca central, bien rodeado por dos ursos pinta de basquetbolistas americanos, con más de dos metros cada uno. Mi “good afternoon” cayó en saco roto como si no hubiese hablado y por ende la respuesta nunca llegó. Esto ya empezaba mal, aunque tal vez podrían ser sordomudos y estaban yendo a los Juegos Paralímpicos, o por los auriculares que les colgaban estarían concentrados en la música de sus Ipods
Antes de la tan demorada partida, con un calor sofocante y sintiendo que en cualquier momento moriría de sed apareció mi conocido desde adelante quien, vaso de champagne en mano y sacándose de entre los dientes un resto de langostino se acercó a decirme fuera a visitarlo después. Con fingida sonrisa le contesté que por supuesto iría en un rato, aunque ambos sabíamos que no me permitirían ni acercarme a Ejecutiva. Arrancamos hacia la pista al tiempo que nos enchufaban el video para casos de accidentes. En la pantalla apareció el dibujo de un avión flotando en el océano con toboganes en las puertas de emergencia, mientras que en el pasillo nuestras azafatas se pusieron a lanzar algunos manotazos inentendibles hacia el fondo y los costados. Como no entendí nada no presté mucha atención porque calculé que si de verdad hubiera una desgracia y por decisión divina yo quedara vivo, seguro no sería el único y saldría detrás de alguien que sí había entendido para donde correr.
Despegamos. Turbulencias constantes. Usando mi máxima fuerza lumbar traté de reclinar el espaldar y logré moverlo digamos… un grado, un grado y medio. Me sentía prensado como matambre casero, comprimido en medio de los dos simpáticos mastodontes. El de la derecha, con claros signos de vegetaciones no operadas en su niñez, respiraba tan fuerte que casi no permitía que el oxigeno bajara a mi altura, mientras mis rodillas se clavaban contra el asiento delantero y se me habían acalambrando las pantorrillas, así que sólo me quedaba salir cada tanto a caminar por el pasillo para que mi cuerpo descansara un rato.
Cuando llegó la cena no hubo sorpresas ni esperanzas de cambios en el siempre previsible menú aéreo:
O chicken, o pasta, pasan los años y estos dos platos siguen gobernando en Económica. Hice el clásico Tin- marin -de -do ¬¬-pingüé mental y quedó la pasta, que resultó un interesante engrudo digno de ser usado para deberes domiciliarios de “corto y pego” en cualquier jardín de infantes. Lo comprobé fehacientemente luego de haber llegado a Miami y tener que hacerme un autoenema tras cuatro días sin movimiento intestinal.

Terminada la ronda de café todos a mí alrededor se durmieron enseguida, mientras yo comenzaba de a poco a desesperar por lavarme los dientes. Estuve ensayando mentalmente la estrategia para lanzarme por encima del más bajo de mis vecinos. Apoyé las manos en el asiento delantero, pegué un saltito a oscuras con tal mala suerte que caí sobre su pie izquierdo, al tiempo que le tiraba del pelo a la señora durmiendo adelante. Flor de puteadas llegaron en varios idiomas (se disiparon mis dudas, los tipos no eran mudos).
Dado el olor reinante apenas abrí la puerta, cual experimentado buscador de perlas en arrecifes coralinos me puse a aguantar la respiración, y aunque era una aeronave bastante nueva y amplia, seguro que los ingenieros habían olvidado de calcular el tamaño de los toilettes que medían casi cero por cero metros. Ni bien bajé el pantalón y me puse a orinar, una nueva turbulencia volvió a agitar el avión como si fuera de papel. En instantes el chorro adquirió vida propia y se largó a decorar tanto la tabla y la tapa del inodoro así como las paredes laterales. Limpié todo rapidito como pude y no como hubiera querido, porque sentía bastante asco y necesitaba salir a recuperar oxígeno. Regresé a mi lugar pero decidí hacerlo por el lado opuesto. Nuevo intento de salto alto, pisada y puteada del otro Yeti.
A mitad de la noche, vencido por el cansancio y casi profundamente dormido mi naríz registró un olor diferente, fuerte, tóxico. Pensé que estaba soñando, pero dentro del cerebro alguna neurona en el lóbulo parietal le dio a mi ojo izquierdo la orden de abrirse de inmediato. Sólo alcancé a ver una figura masculina que a paso ligero se dirigía al baño, y emulando al Cometa Halley venía largando su densa estela de gases. Cuatro filas adelante un bebé comenzó su sesión de llantos que duraron dos horitas, tal vez por dolor de muelas, tal vez por hambre o quizás por la densa estela. Conmigo y con el bebé creo se despertaron varios, y aunque andaba con un par de Dormicum encima quedé como el Dos de Oro hasta el aterrizaje. Por todo eso no pude obedecer devotamente a Rosario Castillo quien cada noche en el noticiero nos arenga como un Gurú con esa profunda frase filosófica.
A pesar de todo no tuve más remedio que dejar de soñar.

( continuará)

martes, 12 de agosto de 2008

2x1=0

2x1=0
2= son las intrascendentes anécdotas
1=ambas en un sólo mail
0= lo que te va a quedar en memoria luego que los leas.

Canto escolar
El domingo pasado en casa de un amigo estuvimos viendo la película HIT en estilo documental sobre la historia de diferentes músicos uruguayos. Me resultó muy interesante, con un gran trabajo periodístico y mejor edición aún. Vale la pena ver a tantos talentos juntos, algunos de los cuales hacía años no sabía nada de sus vidas.A través de este film se me abrió esa enorme puerta de recuerdos y nostalgia ya desde el principio cuando empieza con un reportaje a Don Aníbal Sampayo, en especial por su canción “Río de los pájaros”, y como si hubiese ingresado al Túnel del Tiempo en pocos instantes me hizo volver a la época escolar. Reconozco estaba algo descolocado y no entendía mucho de qué me estaban hablando, pero ni bien sonaron los primeros acordes enseguida me sentí otra vez entreverado en el coro de cuarto año, allá lejos al fondo y gesticulando en voz baja a pedido de la profesora de canto, por no considerarme entre los más virtuosos vocalistas que hubiese oído en su vida. Para ayudar a esta regresión aquí va la primera parte de la letra:
El Uruguay no es un río,
es un cielo azul que viaja.
Pintor de nubes: camino,
con sabor a mieles ruanas.

Los amores de la costa,
son amores sin destino,
camalotes de esperanza
que se va llevando el río.

Chuá, chuá, chuá, ja, ja, ja,
no cantes más torcacita
que llora sangre el ceibal. Hace bastante tiempo publiqué un cuento diciendo que nunca había entendido algunas de las palabras que entonaba del Himno Nacional ni del Himno a mi Bandera. El problema fue que ninguna maestra se tomó jamás el trabajo de explicar sus significados, lo que nos dejaba como única opción repetir por fonética lo que creíamos haber escuchado. Alumnos, arréglense como puedan. Al sentirme amparado por el grupo, cuando llegaban las frases inentendibles largaba cualquier cosa, lo que me venía primero. Por ejemplo en el Himno Nacional, en lugar de la “Lid clamaremos”, yo cantaba “En la lista amaremos”,y en el de mi Bandera“ recuerdo que un compañeró arrancaba con "Juan retazo de los cielos". En la estrofa "la que entona al tremolar” por años estuve convencido que nos referíamos al premolar ubicado junto a los dientes caninos, y lo increíble es que lo decía con absoluta convicción. Lo peor fue que en una fiesta de fin de curso descubrí por casualidad que sin lógica alguna la mayoría de los compañeros, incluyendo varios “tragas” me tomaron como líder repitiendo mis palabras. Nunca me atreví a contarles la verdad porque en ese período la capacidad de lógica sumada a mis conocimientos lingüísticos eran de extrema pobreza. Y me viene a la memoria otro tema sin resolver contra el perverso programa de Primaria, que me obligó también a aprender un montón de conceptos que nunca más volví a usar: hipotenusa, obtusángulo, acutángulo, paralelogramo (¿existirá el paraleloquilo?)gerundio, pluscuamperfecto y hasta el diptongo (¿ché, esto no significará estafa profunda?).
De esta canción lo primero a destacar es que conozco perfectamente el canto del cardenal, el de distintos canaritos y zorzales comprados en Tristán Narvaja en tantos paseos dominicales, o incluso el del pájaro loco en aquellas memorables mañanas de domingo por Canal 10 tras la señal de ajuste. Pero de la torcacita no tengo el mínimo registro musical y nunca se me hubiese ocurrido que su canto fuera chuá, chuá, para luego cambiar radicalmente la tonada y largarse a emitir una serie de chuá ja ja ja seguidos. Además no comprendo la razón del canto, si es por la llegada del amanecer, porque la hembra se encuentra en celo, o sin importar el género cualquier torcacita siente placer morboso en hacer llorar a los sauces. Por lo tanto y a través del tiempo me afloran hoy las siguientes dudas existenciales: ¿Puede existir algún animalito volador que emita dos tipos de tonadas tan diferentes? ¿No se habrá confundido Don Aníbal cuando caminaba reiteradas veces por el mismo campo al escuchar una torcacita diciendo chuá chuá chuá, tal vez enseguida se oía el ruido de otro bicho, posiblemente alguna hiena amiga del ave que respondía tipo reflejo condicionado con su clásica interjección de risa? Si esta mi teoría aparentemente un poco extraña no fuera cierta, ¿deberíamos suponer que hay animales autóctonos con coeficiente intelectual igual o incluso superior al del los humanos?; Por ejemplo el Chajá, que en época de apareamiento el macho alzado seguramente grita ¡¡Chajá, Chajá!, a lo que la hembra responde: ” Te doy bola pero sólo si sos el de la medallita” . ¿Y en caso del tero, cuando la hembra llama al macho con el característico sonido para que concurra a cumplir su cuota de empollar los huevos, este le contesta? : “Ya voy vieja, esperá que termine el partido de rugby, andá calentando los ravioles” Para ampliar mi conocimiento semántico recién la semana pasada estuve investigando a fondo y descubrí qué son las mieles ruanas. Tengo la gran curiosidad si alguna de las maestras lo sabría en su momento. “Los amores de la costa, son amores sin destino” Pensándolo bien, en aquel período escolar no me decía nada la estrofa y ni siquiera me interesaba porque mi mente se concentraba básicamente en esperar el recreo, a la campana final, así como en la obsesión por conseguir dos figuritas selladas que me faltaron para completar el álbum “El Lejano Oeste”. De lo curricular poco y nada. Pero hoy tanto tiempo después, habiendo aprendido algunas cosas más( no muchas), puedo analizarla mejor y me asalta la siguiente pregunta: ¿Acaso esta premonición significa que es un error enamorarse de alguien que tenga casa entre Shangrilá y Atlántida, pues aunque te cases seguro que el matrimonio no va a llegar a nada?
Para finalizar y siempre con esa ignorancia de palabras raras cantadas por obligación, también tardé años en aprender el significado de “camalote”., y aunque cueste creer o parezca que pretendo meter chistes tontos, yo en realidad decía:
Camarotes de esperanza Que se va llevando el río Porque suponía que el escritor de la letra tal vez tenía algún vínculo afectivo con el Vapor de la Carrera que justamente se había hundido trágicamente en 1963, y esta parte fuera un pequeño homenaje al buque.
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Cómo hacer amigos (No es invento, pasó de verdad, tengo testigos)
1) Tres o cuatro días a la semana salgo a comprar el almuerzo en una rotisería cercana donde cocinan muy sano, verduras frescas y hervidas, arroz macrobiótico, harina integral, etc., sin colesterol, sin fritar, todo desgrasado, todo al horno, todo Light, en pocas palabras… todo haciendo recordar a aquel tema de Palito “Sabor a nada”. Si bien los precios resultan accesibles, las porciones no se pueden definir como abundantes, y la especialidad es la hamburguesita de soja o las micro milanesas de pollo (seguramente hechas de pechugas de varios Chicken little o quizás de algún gorrión hipertrofiado por exceso de hormonas). En materia de pescado también mantienen la coherencia de tamaños y justo ayer cuando me sirvieron el plato, enseguida traté de comunicarme con PIXAR convencido de haber encontrado a Nemo.
Pero para no ser tan cascarrabias digamos que para quienes deban cuidar al máximo su salud el balance del lugar es muy positivo. Si hiciera publicidad y tomara un poco de fama sería la Meca de cocineros de todos los hospitales públicos, como también de cualquier sociedad del deteriorado mutualismo que tan mal servicio ofrecía antes y por suerte ha sabido empeorar gracias al Fonasa.
Dado que una de mis mayores carencias es la paciencia, en general compro lo que haya pronto para poder retirarme a máxima velocidad. Pero justo ayer que venía algo más apurado, una clienta (sesenta y pico) delante mío empezó a consultar por los ingredientes de la torta de manzanas para diabéticos, por la cantidad de edulcorante del lemon pie diet, alguna tarta sin sal que además el relleno no tuviera mucha yema de huevo. Mientras observaba inquisidoramente toda la vitrina, iba desarrollando su teoría de la superioridad de la espinaca sobre la acelga para preparar una sabrosa pascualina, y sin tomar aire para respirar cosa que nadie le quitara la palabra, se puso a señalar las tartas haciendo alarde de su experiencia culinaria obtenida por la completa lectura del libro de Cordon Blue. Que la ricota combinada con pasas de uva, el puerro con calabacín, pasando luego a la página 163, capítuloVII: Postres donde destacó la exquisita unión de las peras con la canela para continuar dando cátedra sobre como mezclar cuanta fruta y hortaliza se plante en Sudamérica. Por las dimensiones del local no tenía más remedio que oír la conversación pero rogando en silencio que la doña se fuera de inmediato, con o sin sus tartas, y a medida que pasaban los minutos por más esfuerzo que hacía en contenerme, el fastidio ya empezaba a invadirme cual espíritu demoníaco. Resultó claro que tiré a la basura el dinero gastado en años de terapia para controlar emociones fuertes y en especial aprender a enfrentar frustraciones varias. Créase o no la mujer se puso a contarle a la vendedora que iba a dar una fiesta para gran cantidad de amigos, todos ellos con la particular característica de tener alta la presión arterial y la mayoría de no poder comer nada con azúcar (sic). Al margen que me importaba un bledo su relato, para evitar explotar por dentro empecé a imaginar incontables fórmulas que la sacaran del lugar ( baldazo de ácido sulfúrico, cerbatana con flecha embadurnada de Curare traído de bagayo desde el Amazonas, abejas asesinas recién desalojadas de su colmena por algún otro feroz panal vecino, misil balístico del tipo tierra-vieja plomazo) cuando nuevamente esa voz interior tan reflexiva, a veces con cierto toque de ingenuidad pero con esos lapsus momentáneos de razón que se larga a preguntarme:
¿Cómo puede existir alguien en este mundo que elija amistades sólo con la condición que sufran de hipertensión o anden con la glicemia por las nubes? ¿Acaso les pide los análisis de sangre para empezar el vínculo afectivo? ¿Andará por la calle con el estetoscopio mirando candidatos que parezcan tener no menos de 18- 10 de presión? O tal vez concurre habitualmente a una Clínica y durante la espera por aburrimiento sale a repartir un formulario casero:
POR FAVOR LLENE CON UNA CRUZ EL ESPACIO QUE CORRESPONDA:
1) ¿Es usted hipertenso? SI NO
2) ¿Tiene el azúcar alto? SI NO
3) En caso que la respuesta 1) y2) haya sido positiva ¿Le interesaría mi sincera amistad? SI NO
De verdad me parecés una buena persona, acá te dejo mi teléfono…………… Nos vemos el sábado, no olvides traer a la reunión los resultados médicos para compartirlos con nosotros, tus amigos del alma.
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sábado, 12 de julio de 2008

(DES)CONTROLES REMOTOS

(Des)controles remotos

Dicen que no hay nada más eterno que aquello que provisoriamente dejamos sin solucionar. Haciendo limpieza el mes pasado salieron de un montón de cajones y rincones decenas de controles cuya mayoría nunca había visto en mi vida y ni siquiera sé para que servían, si es que alguna vez sirvieron para algo. Todos reunían la misma característica de estar completamente oxidados y carecer de la tapita que evita la caída de las pilas. Hay uno en especial que data de la era precolombina, me parece que era del grabador de cinta GELOSO donde aún tengo guardado "El baile del ladrillo" en versión italiana de Rita Pavone que luego Violeta Rivas supo plagiar en el Club del Clan. Pero el único control que responde de mala gana cuando lo presiono mientras sostengo las pilas con 2 dedos se cayó al piso el domingo, y ni cambiándolas ni apretando los botones bien fuertes logré que obedeciera. Eso fue la gota que desbordó el vaso, así el lunes temprano le anuncié a mi esposa que iría a reparar todos estos controles de porquería( en realidad dije mierda) o compraría alguno nuevo, por lo que pidió acompañarme. Estaba claro que ella iría para una diligencia propia, no porque le interesara mi problema, que en realidad es nuestro problema pero en casa nadie se esfuerza demasiado por enfrentarlos y todos tienen la paciencia de Job para esperar que yo los solucione. Esto sucede con tantas cosas del hogar como la tapa de inodoro, rajada desde ni sé cuando y cada vez que voy al baño me pellizca la nalga izquierda, la silla del comedor con su brazo descolado, perillas del horno eléctrico extraviadas hace años, varias bombitas de luz quemadas en el dormitorio de los niños y también del living, lugares en donde cada integrante de la familia ha desarrollado la capacidad del murciélago para orientarse en la oscuridad antes de enfrentar la penosa y ardua tarea de recordar en avisarme. Se puede romper la tostadora, el secador de pelo, la aspiradora, la plancha, la radio etc., todos continuarán tranquilos y adaptándose sin problemas como si vivieran en las cavernas del Paleolítico. Cualquier noche de éstas llegaré a casa y seguro habrá una fogata en medio del Living para asar las palomas y gorriones que cazaron al mediodía con arcos y flechas. Otra cosa irritante es la computadora que usan sólo mis hijos, cuando la semana pasada traté de mandar un correo se me trancaba a cada minuto con rebelión del mouse y decenas de carteles informando una inminente explosión del equipo si no llamaba a Bill Gates en menos de diez segundos. Y al mismo tiempo apareció de repente otro aviso informando habían entrado más virus que al block quirúrgico del Pasteur y más troyanos que en Esparta la noche del rapto a Helena.
Tal vez suceda que estoy en un período de hipersensibilidad, pero ni bien subimos al auto comencé a notar cosas que hasta ese día ni me había percatado No soy misógino, no tengo prejuicios contra las mujeres pues han igualado y hasta superado al hombre en muchos terrenos, incluso al volante. Comienzo a manejar y apenas transcurren dos minutos mientras estamos conversando de bueyes perdidos, en la bocacalle a mi izquierda aparece un auto que realiza el mayor esfuerzo posible de garronearme para pasar por delante. Sigo hablando con naturalidad pero acelero y pego un toquecito de bocina haciendo prevalecer mi derecho obligándolo a frenar de golpe, por lo que ella me interrumpe lanzando el primer dardo envenenado: "¿No lo viste?" Traté de responder con voz calma, como si recién hubiese venido de charlar con el Dalai Lama: _No, porque según recuerdo del examen de chofer tengo prioridad ya que voy por la DERECHA (esto recalcado para cortar cualquier reacción). ¿Pero qué mujer va a aceptar perder o empatar una discusión con el novio, con el marido, o con cualquier ser humano sin importar el sexo? _"Me parece que estás manejando muy rápido". _ Porque estoy un poquito apurado… mi amor _ "¿Te pasa algo?, ¿Tenés algún problema que no me hayas dicho?" Ahí me sonó la alarma que la cosa se empezaba a complicar y si mi respuesta no la conformaba no sabía dónde terminaríamos, por eso decidí ampararme en la 5ª enmienda antes que se transformara en intercambio de reproches. Guardé silencio hasta llegar al Centro dedicado a analizar la inagotable cantidad de observaciones que metía a cada pocas cuadras: _"Cuidado con esa señora cruzando, ¿me imagino que la viste? No frenes tan de golpe que me mareo. Deja pasar al de atrás…. ¿Tenés prendidas las luces?, mira que esta lleno de inspectores multando por cualquier cosa….Guarda que la próxima esquina es peligrosa y hay un cartel de PARE". Yo intentando seguir sereno, sosegado, pero la clásica voz interior que nunca sé de dónde surge empezó como siempre a darme manija subiendo el tono dentro de mi cabeza con preguntas incisivas: "Che ¿hace 26 años te dieron la libreta por mérito o tuviste que coimear a alguien?, ¿desde cuándo tu mujer te perdió el respeto al volante?, ¿ya no sos aquel ídolo, más diestro incluso que Schumager? ¿No es ésta señora que tanto te reprocha la misma que al salir del garaje ha "besado" tantas columnas? ¿No recuerda acaso que ha recibido bocinazos al por mayor en varios semáforos por aprovechar cualquier momentito para pasarse rimel en las pestañas? ¿No será tal vez que posee un don especial similar al del pibe de Sexto Sentido y como aquel veía gente muerta ella reconoce a los incapaces para conducir autos?”
En la Casa del Control Remoto un deferente vendedor se acercó y en pocos minutos luego de que ambos habíamos repetido unas veinte veces la palabra control remoto, perdí la paciencia y fastidiado como nene chico ya quería retirarme. Mientras sacaba de la bolsa los controles que parecían más nuevos, su movimiento de cabeza y su mirada iban reflejando que no servían ni para adornar la casita de Barbies de mi hija. Sugirió como solución un control remoto universal, apto prácticamente para cualquier aparato electrónico que se haya fabricado a partir de la radio a galena. Con tanta cantidad de teclas juntas no me parecía nada práctico, pero él era el experto vendedor y yo el ignorante comprador así en forma tímida para que no pensara que dudaba de su capacidad le pregunté por otra opción digamos,.. más fácil de recordar. Sin escucharme, como si yo estuviera amordazado se largó a mostrarme las miles de funciones que poseía, lo sencillo de operar la tele, el cable, el video y el dvd desde un sólo comando. El precio era algo elevado pero aclaró estaba aprobado por la ONU, la NASA, la OEA, el PIT CNT y creo que nombró hasta el CASMU. Me convenció.
De regreso a casa, tras el fracaso de luchar con manos, dientes y patadas pude abrir el blister plástico sólo a cuchillazos histéricos como Norman Bates en la escena del baño de "Psicosis". El manual tenía el grosor de la Guía telefónica y venía en incontable cantidad de idiomas incluso me pareció verlo en jeringoso del afgano, así que resultó un martirio hasta llegar al "español". De inmediato fui al dormitorio para atacar la video casetera que no uso hace años porque la única película que me queda es "Aeropuerto 1977", y cada vez que pregunto en Blockbusters por algún estreno en casete me miran como marciano. Pero el motivo principal era poner en hora su odioso reloj que no deja dormir al prender y apagar cada un segundo marcando el número 12.00. Mirada rápida al manual. No veo nada, no entiendo un pepino, busco la lista de marcas, hay miles de nombres pero no está el de mi equipo (eso me pasa por comprar marcas Guau- Guau de importadores fantasmas). "Calmate, non calentarum, respiro, inhalo, exhalo, inhalo…, presión detente, no sigas subiendo por favor" Escondida allá abajo aparece Guau-Guau. Sigo las instrucciones, y como piden todos los manuales me alejo diez kilómetros de los niños, pongo pilas al control, mirando el dibujo apunto hacia la video casetera, aprieto un botón y se enciende una luz roja, parece que vamos bien, busco de nuevo en el interminable manual, debo meter el código respectivo. El código respectivo tiene cientos de números, casi todas las letras del alfabeto y creo que hasta dos signos del zodíaco. Empiezo a insertar, me pierdo por la mitad, empiezo de nuevo, no tengo los lentes, las letras son del tamaño de prospecto de remedios. Veo un número que no sé si es seis u ocho, me juego al seis, dejo apretado el botón rojo otro ratito, se supone que ya está. Intento encenderlo, no sucede absolutamente nada. Repito el proceso pero ahora pruebo el ocho. Al instante escuché desde la calle el estruendo de la tapa del contenedor de basura cerrándose de golpe, pero enseguida reaccioné que no podía haber relación con este control, por más universal que fuera. La video casetera muerta de risa y el 12.00 burlándose de mí como diciendo:
"Ahora estoy, ahora no estoy, estoy, no estoy…….."
Pruebo con el televisor, busco el código, meto todos los números y letras, apunto, espero, sigo esperando, y como cantan los croupiers del Casino: "¡No va más……. Cero!
El miércoles regresé a preguntar al vendedor porqué su infalible control se negaba a obedecerme. Aquel hombre tan agradable a la hora de recibir mi dinero no mantenía la mínima huella de simpatía, y por increíble que parezca me exigió la garantía como si nunca me hubiese visto antes. Ninguna recreación de nuestro diálogo anterior le recordaba mi persona. Me contó que nadie se había quejado jamás y que todos sus clientes estaban satisfechos con esos equipos de altísima tecnología japonesa (que raro, el mío decía made in China). Por supuesto que no pensaba devolverme dinero además de atreverse sin reparos a mostrarme otro control, bastante más caro pero de una potencia impresionante. Si quería lo podía dejar a chequear y él me llamaría algún día pero aclarando que en el taller tardaban bastante en revisarlo porque estaban tapados de trabajo, luego pasarían un presupuesto y tal vez en pocas semanas quedaría solucionado. La palabra "presupuesto" me cayó pesada, no la pude digerir, y por la bronca que estaba acumulando se me entraron a poner los ojos colorados imaginando mi llamada cada diez días y la misma respuesta que volviera a llamar en otros diez días. Antes de pasar a fase dos (puteada), jugué la última carta diplomática con el fin de retomar su simpatía y compasión, preguntándole si por casualidad tendría algún aparato que al presionarlo hiciera callar a la suegra y la dejara congelada un ratito, qué sé yo… quince minutos, o quince años. No le saqué ni una mueca y quedó mirándome con cara de poker. Al no tener con quién hablar pasé de inmediato a fase dos, pero el hombre inmutable ni se sintió amedrentado y caminó hacia el fondo dejándome puteando sólo.
Me retiré furioso lanzando incontables epítetos soeces contra él, contra la empresa y ya que estaba, en el paquete metí a cada uno de los fabricantes y vendedores de controles remotos de este y todos los planetas conocidos, incluyendo a HOME donde vivía E.T. Apenas encendí el motor llegó corriendo desde dos cuadras un ágil sujeto quien agitaba una varita roja cual director de orquesta sinfónica, pretendiendo cobrarme por haberlo vigilado a larga distancia. Le apliqué la recontra fase dos y me retiré sin darle un mango. Decidí volver a terapia tras varios años de haber obtenido el alta sintiendo que mi carácter estaba alterado y necesitando algún consejo salvavidas. El primer tema que abordé fue mi patológica dependencia nocturna a la tele, la compulsión de tomar el control remoto apenas me acomodo en mi sillón, y estando en casa ajena si no lo veo, rastreo con la mirada viniéndome en ocasiones el síndrome de abstinencia con ligero temblor de manos. La sicóloga sugirió otras opciones: leer bastante, jugar con los niños más seguido, ayudarlos con sus deberes, ir al teatro, al cine, charlar más tiempo con mi mujer, escribirse correos con amigos aunque sean estupideces intrascendentes. Sobre esto último le conté que cada día noto a la gente y a mi mismo con menos paciencia de leer correos que midan más de veinte renglones. Me confesó le sucede igual con sus correos.
Durante tres noches estuve intentando leer un libro pero no sé si por carecer del don de concentración o porque el tema resultaba poco atractivo me distraía fácilmente, y cada vez que retomaba la lectura aparecía un tal Morgan, una señora Clarence, el hijo de ella, por ahí llegaba cada tanto un mafioso llamado Brian y tres o cuatro personajes más. Yo nunca recordaba a ninguno, quién era pariente de quién, qué hacía Morgan que se pasaba todo el tiempo viajando por negocios no recuerdo si de armas, drogas, productos porcinos o dulce de membrillo. Clarence caía en depresiones muy seguido porque Brian la había dejado por otra y ella se reunía con su amiga Helen para que la consolara. Cada noche era un estrés regresar 20 páginas para entender la trama, y lo peor que al regresar volvía a distraerme A punta de pistola me llevaron al teatro, donde se suponía veríamos una obra que la crítica especializada elogiaba ampliamente. Allí logré hacerme amigo íntimo con todos los espectadores de mi fila, pues cuando despertamos al final saludé a cada uno diciéndoles que había sido un placer enorme haber dormido junto a ellos. Con los deberes escolares aguanté a lo sumo tres minutos de la primera noche, al quedar claro que mi hijo domina mucho mejor las operaciones entre fracciones, y tanto al Máximo Común Denominador como al Mínimo Común Múltiplo yo ni los recordaba aunque me hubiesen hecho juntas las pruebas del Pentotal y el Polígrafo. Cuando tocó el dictado del libro de inglés, ni bien leí dos frases mi hija menor empezó a reír burlándose por mi acento en cada palabra. En la liga de defensa al consumidor me dieron hora recién para dentro de seis meses, y como ya se me perdió la tapita del súper control universal no tengo idea qué comprobante voy a llevar para lograr que me devuelvan el dinero. Hoy puse todos los controles remotos en Coca Cola porque escuché el rumor hace años que era la solución para sacarles el óxido. Veremos si logro salvarlos antes que se vuelvan adictos, o descubra que tal vez los puedo recuperar con Pepsi, Fanta naranja o un buen tinto cortado con Sprite.

martes, 10 de junio de 2008

Fiebre de TV el sábado por la noche

Fiebre de TV el sábado por la noche
. Dadas las temperaturas de este invierno tan crudo, decidí no salir a ningún lado durante todo el fin de semana y dedicarme a “lechonear” como corresponde. Al igual que tantos montevideanos repiten cada 30 de abril, el viernes realicé la ceremonia de traer del supermercado suficientes alimentos como para sobrevivir dos años sin poner un pie en la vereda. Entre todas las porquerías bien cargadas de grasa, azúcar y ni que hablar de sal, volví a cometer el mismo error de hacía dos meses, pidiendo tres porciones de pascualina que a simple vista parecía fresca , además aposté a la gran rotación de productos por la cantidad tan grande de gente haciendo cola. Nuevo fracaso! Otra vez debí mandarme varias incursiones al baño, que ni siquiera las pude frenar taponeando con casi medio quilo de cuartirolo. A pesar de que tengo alta autoestima, gran riqueza espiritual, con miles de pensamientos filosóficos para discutir en profundidad conmigo mismo durante largas horas y así lograr transmitir conclusiones que le cambiarían la vida a tantas personas en el mundo, preferí lanzarme al sillón donde realizo el deporte que vengo dominando con maestría desde hace años: el zapping de laTV .Hay que reconocer que la modernidad nos trajo un montón de mejoras. Más opciones, más espectáculos musicales, más programas culturales, deportes variados, informativos, etc. Pero sin duda que los productores de TV del mundo están en declive y a los creativos se les van agotando las ideas, por lo que la reiteración de programas es prácticamente inevitable cada pocas semanas. Hay varios canales atractivos que aportan conocimiento en historia, medicina, noticias y fútbol. También le dedico tiempo a dos de ellos que enseñan sobre el comportamiento animal, aunque confieso ya me estoy saturando de ver tantas veces a los mismos leones “morfándose” a los búfalos, los mismos guepardos( cheetas) morfándose a las mismas gacelas, y a las hienas garroneándole a las cheetas su cacería o metiéndole el diente a cuanto bicho muerto haya entre los yuyos, mientras los mismos buitres de siempre que tienen pinta de estar contratados y en cualquier momento saludan a la cámara, se ponen en lista de espera para ligar cualquier sobra. Alguno por su aspecto y forma de arrancar las tripas de los cadáveres, me hacen recordar a tantos abogados de nuestro país. Pero son los argentinos quienes nos dominan con su invasión en la pantalla chica. Lo de Tinelli es muy bueno hay que reconocerlo, aunque se me ha vuelto tedioso por reiteración y lo peor es que en materia de entretenimiento liviano no hay mucha más opciones. Y volviendo a la carroña y a los buitres, hay varios programas rioplatenses que se dedican a denigrar a cualquiera y así lograr la burla general y tener algunos puntos más de rating para vender mejor el minuto de publicidad. De ellos, Mario Pergolini es quien sobresale en la lista. Casi el campeón mundial del mal gusto, la falta de ideas, del resentimiento y pegarle a quien sea, político o del espectáculo. Lo único que sabe es intentar descalificar a cualquiera que demuestre capacidad para algo, y ni que hablar del veneno que acumula contra Tinelli sólo por haber sido mucho más exitoso. Cuenta además con su equipo de alcahuetes que le siguen el juego haciendo lo mismo que la mayoría de quienes logran ponerse frente a una cámara: Lo que sea con tal de mantenerse en la TV. Un poco más abajo pero de la misma calaña le siguen Jorge Rial, (de cuarta), y esa mina de pelo rojo que da náuseas verla fumando habanos metiéndole el serrucho a cuanto artista se le cruce. Y si no hay a quien darle, ella y su mediocre equipo inventan cualquier pelea. La TV mejicana es menos atractiva que dormirse una siestita en la cama de un Faquir. Ni siquiera entiendo bien lo que hablan en los poquitos momentos que logro concentrarme dos minutos en algunos programas de variedades, porque los teleteatros se pueden ver sólo luego de haberse tomado medio litro de whisky acompañándolo con diez cigarros de marihuana y algún tecito de cucumelo. El canal español y el alemán están de relleno, no creo que cobren por la señal sino que seguramente pagan. ¿Y qué decir del italiano?, en el que las 24 horas del día esta parada una rubia vestida de fiesta dirigiendo no se sabe qué programa desde el centro del estudio, donde tres o cuatro ilustres desconocidos dialogan con ella mientras cientos de extras contemplan sentados, duritos como estatuas romanas y pobre al que se le ocurra abrir la boca. Además, tras muchos años de bodrios televisivos de la RAI a esos extras la única forma que pueden lograr meter al Canal es que si un grupo de matones contratados esperen agazapados a los transeúntes, y tras una emboscada meten a punta de pistola la cantidad de gente que precisan para llenar el estudio ese día.
Hace años me quedé sin paciencia para las comedias americanas de supuesto humor, esas que se oye la famosa grabación de risas cada pocos segundos y siempre me dejan pensando si no seré yo el único incapaz de captar los chistes. El año pasado traté de seguir a “Lost”, pero de inmediato me perdí por el camino. “24 horas” no me atrapó ni la primera hora, y no tengo ni suficiente tiempo libre ni ganas de competir con ningún habitante de este planeta por demostrar quién ha visto más capítulos de Prisión Break”. De CSI ya había dicho que resultó interesante al principio, pero varios empresarios de Hollywood notaron el filón, y así fueron surgiendo competidores de decenas de ciudades americanas. A esta altura ya ni recuerdo cuál es la original, quién resuelve mejor los crímenes, si los de Miami, New York, Las Vegas o San Gregorio de Polanco y me resulta aburrido que cuando está llegando el final de un capítulo, al no poder encontrar al culpable del asesinato, de repente a alguien se le ocurre traer esa lámpara azul a la escena del crimen y ella solita resuelve todo. La habitación está a oscuras, encienden la lámpara y allí donde hasta ese momento no se veía nada de nada, aparece más sangre que en lo de Castro – Gerardi. Vivo rezando para que no vuelva a surgir otro Reality Show, y que a nadie se le ocurra hacer un nuevo “Gran Hermano” en el que deba soportar llantos estúpidos carentes de contenido, y frases profundas cargadas de sabiduría tales como: “Soy un ganador porque siempre jugué a ser yo mismo. Agradezco a mis padres que hoy en día soy quien soy por lo que ellos me enseñaron”.
Sólo de pensar en las palabras “Confesionario” y “estás nominado”, o en el panel de falsos periodistas –sicólogos analizando a cada personaje ya me da chuchos. ¡Por favor, que el gobierno argentino proscriba a Marley , pida orden de captura y lo mande a juicio por “Intento de vaciamiento cerebral a la población rioplatense”! Durante el paseo digital por la pantalla, muchas veces quedo atontado frente a un partido de fútbol aunque sea en la división C de Rumania. En ese momento puede caer una bomba atómica que no me doy cuenta. No sé si a mi señora le molesta que esté disfrutando cualquier programa o en especial bronca al fútbol pues conoce mis debilidades y mi pérdida de contacto con la realidad. No espera a que termine el partido, cuando me nota bien compenetrado ahí se le ocurre venir a conversar de algo relacionado con los niños, o de la casa, o cualquiera de miles de temas intrascendentes para mí. Yo sigo ajeno, pero casi siempre mientras oigo las importantísimas palabras del comentarista, una voz femenina que parece familiar tenue y lejana comienza a invadir mi cerebro y a mezclarse con la del relato, aunque confieso jamás logré escucharla con claridad y generalmente respondo algún: “si mi amor” o “ahá” , a pura intuición nomás. Dándose cuenta de que estoy en Melmac, sigue hablándome pero se va colocando despacio con pasitos cortos frente a la pantalla sólo para ver como y cuánto reacciono. El invierno anterior traté de congraciarme y mostrarle que no soy tan vacío, y que sí podemos ver juntos cada tanto un programa interesante para ambos, (otro año más que sigo pensando cuál podría ser) Opté por el menos doloroso: “Desperate housewives”, mas a esta altura ya resulta poco creíble que a 4 mujeres comunes y silvestres les pasen tantas cosas malas en tan poco tiempo. Yo ni conozco quienes viven de mi propio edificio, mucho menos en la misma cuadra, e incluso me ha pasado de encontrarme con algún amigo que luego de 20 años sin vernos me entero tiene un apartamento en la esquina .Y estas minas se juntan todos los días para chusmear sobre vida y obra de cada integrante del barrio, quien sale con quién, quien dejó a la esposa por la amante , quien se fundió en La Bolsa y debe fortunas , los traumas de la infancia, etc. Al resto de los vecinos los vemos siempre en la rutina, todos laburan de lunes a viernes y se encierran a chupar cerveza frente a la TV( bastante mala) los fines de semana, pasean al perro, leen el diario, lavan el auto y justo cuando se ponen a manguerear el jardín, esté cuarteto de desesperadas los obligan a ser testigos de cuanto escándalo arman con sus maridos e hijos., todas con más problemas que un libro de matemáticas.
En el lado uruguayo, informativos de más de una hora en la TV abierta, todos repitiendo las mismas noticias que se podrían decir en diez minutos. Por lo tanto, ese sábado de noche sólo me quedaba era buscar alguna película en inglés subtitulada para tener la sensación como de estar en el Cine. Buscando en la revista de cable noté que la mayoría de los títulos ya los había visto o los nombres ni me sonaban conocidos. Cambiando de canales nada me llamaba la atención, todas iban por la mitad y no entendía un pito, así que me enganché con una policial de alto suspenso en el canal 10 en la que mataban 30 personas cada 5 minutos. Pero nuevamente un film que debería durar máximo una hora y media, comenzó a las 22hs y por compromisos con anunciantes terminó a la 1y 30 a.m. del domingo, esto me obligó a quedarme hasta el final porque no podría dormirme sin saber quién era el asesino. Así otra vez más a lo largo de toda mi vida volví a recordar la frase máxima que hace mucho tiempo esbozó aquel filósofo uruguayo y debería estar grabada en mármol con letras de oro en la puerta del Ministerio de Cultura:
”No soporto ver esos pedazos de películas cada 15 minutos que me hacen perder por completo el hilo de la tanda publcitaria.

miércoles, 30 de abril de 2008

CYBER 2, EL REGRESO

Sólo para distraer un poco la atención de la hipnosis colectiva que produce " Bailando por un sueño", quiero contar la segunda parte de la historia del Cyber -café , la cual se va a convertir en teleteatro en cualquier momento.
Estaba hoy de mañana en mi oficina y tuve que hacer en la computadora una impresión en color. Ya sabía desde hace semanas que venía saliendo ese cartelito de advertencia por problemas de impresora, pero siguiendo el estilo y la tradición uruguaya no le di pelota esperando que algún milagro recargara el cartucho.
Como de costumbre, apenas le di al mouse la orden, escuché un fuerte y odioso acorde de piano tipo Do menor acompañado de un anuncio que seguro salió desde lo más recóndito del disco duro:
-"GIL, NO TENGO TINTA NEGRA NI PARA HACERTE LA HUELLA DIGITAL DEL DEDO MEÑIQUE, ¿Y VOS QUERÉS IMPRIMIR EN COLOR? ANDÁ PA´L CYBER TARADO, Y NO MOLESTES MÁS".
Llegué, y como siempre lleno. Hay que ver lo que son los Cyber –cafés. En primer lugar ninguno vende café, tal vez alguna golosina, refrescos, y es común que sus propietarios no se preocupan demasiado por mantener una temperatura ambiente agradable. Además, por vivir en estas latitudes donde a nadie le entusiasma demasiado realizar jornadas laborales completas, estos negocios se han convertido prácticamente en centros de reunión para holgazanes. Así que si algún día me decido a abrir un Cyber, ya tengo decidido como bautizarlo:
“El atorrante feliz”.

(No hay café, no insista)



Como de costumbre antes de sentarme agarré una coca cola de la mini heladera que calienta perfectamente las bebidas( deberían más bien usarlas como microondas). Le pedí al chico me la destapara, esperando lo hiciera con la misma tijera que usó la semana pasada. Abrió su cajón, y por increíble que parezca sacó….. un destapador. Me emocioné.

Ni bien me senté frente a la computadora realicé un paneo de la gente a mi alrededor. Varios cibernautas en edad de tener que cumplir 8 horas para mantener sus hogares, sin el menor cargo de conciencia, con audífonos el los oídos se encontraban boludeando en Youtube con videos intrascendentes. Alguno movía alegremente su cabeza frente a un video musical.
Cuatro pendex, cuyos padres evidencian poco conocimiento de sus actividades, se encontraban en plena batalla disparando y matando soldados a lo que llaman " Juegos en red". Los miembros del grupo movían su teclado al mejor estilo del espía mandando mensajes Morse detrás de las líneas enemigas en aquellas películas de la segunda guerra mundial. Además a cada rato estos insolentes me pegaban bruto susto cuando se gritaban:
_¿Te maté?!!!
_ No, yo te maté a vos!!!
-Andá ladrón, yo te maté primero!!!

Todo esto mientras seguían descontroladamente apretando sus dedos, tal vez pensando que al resto de la humanidad nos había tragado la tierra. Lo que nadie me aclaró hasta hoy es que de verdad son juegos en red, pero de una red de pelotudos, mal educados y grandes candidatos a eximios alienados sociales.
También me llamó la atención varios/as adolescentes chateando con amigos y cagándose de risa sin cesar. Había uno en especial a mi lado que se le caían las lágrimas y hasta pensé le iría a dar un ataque en cualquier momento. Confieso que no aguanté mucho pues mi espíritu voyeurista me obligó a hacer la vicheta en su monitor, y aunque no vi ninguna frase de más de tres palabras, no logré entender nada de nada como si se estuvieran comunicando en idioma quechua. Lo único que pude rescatar fue que cada tres o cuatro garabatos el pibe escribía un jajajajajajaja junto a un redondo muñequito amarillo, mientras continuaba riendo desaforado. Quedé pensando que estos jóvenes deberían presentar sus divertidos diálogos en los programas humorísticos de nuestros canales de TV, así lograr levantar aunque sea un poquito el tan decaído nivel. Ni que hablar si se los enviaran a varios libretistas de Carnaval, quienes aún no se han dado cuenta lo bien que les vendría.

Para no estirarla más, abro mi correo, encuentro el archivo, doy la orden de impresión, voy a buscar la hoja, el encargado me dice que no puede imprimir color, que el cartucho le llegará recién de tarde y por supuesto que no sabe en qué Cyber de la zona podía hacerlo.

Vuelvo y cierro las ventanas de mi computadora, estoy pronto para levantarme cuando un icono especial me llama la atención. Decía algo así como Free sex junto a la foto de una mina desnuda, y de inmediato se produjo en mi mente lo que se conoce en psicología literaria como “La Gran Hamlet”:

¿Abrirlo o no abrirlo?, ese es el asunto.

Levantando la cabeza la giré en todas direcciones por temor a que alguien pudiera estar pendiente de mis movimientos. Hice click en los pechos de la mina y allí comenzó a producirse la debacle:
De entrada aparecieron las fotos y videos de varias chicas voluptuosas desnudas perfeccionando todas las poses del Kama Sutra junto a algunos partenaires masculinos muy agraciados por la naturaleza. En especial uno de ellos me llamó la atención al hacerme recordar el Péndulo de Foucault. De hecho el Péndulo de Foucault parece más bien un pequeño reloj Cu-Cú al lado de este muchacho.

Sin haber tecleado nada ni siquiera por error apareció de no sé dónde un cartel felicitándome por ser la persona número 999999999 en abrir esa página y por haber ganado nuevamente un crucero al Caribe para dos personas por seis días. Es increíble la suerte que tengo en obtener tantos premios cada vez que entro a cualquier página porno. Volvamos a aclarar que mi ingreso fue casi involuntario, como sin querer. No significa ello que ande navegando siempre para cultivarme con este material tan poco didáctico que lo único que logra es hacerme perder el tiempo…….cada noche.

Casi de inmediato se mete otro cartelito consultándome si deseo agrandar mi pene Por un instante quedé pensando en quién pudo ser el traidor que me había delatado en Internet, ¿acaso alguien del Club? Muevo el cursor, el cartelito me sigue. Lo muevo más rápido, el cartelito acelera como si tuviera vida propia o alguien me estuviera vigilando y lo trasladara a control remoto. Y hablando de vigilar, por el rabillo del ojo veo una sombra de una señora que desea sentarse a mi lado pero se queda como hipnotizada observando mi pantalla. Me largué a clickear todas las cruces para salir de allí al de cualquier forma. No sé si se cerraron algunas, pero en forma descontrolada comenzaron a abrirse otras páginas con más y más parejas, con más y más movimientos pélvicos, cada vez más y más rápidos mientras yo le rogaba al ser superior que los actores no sufrieran de precocidad. En microsegundos estaba exasperado, mi cerebro asaltado por millones de pensamientos que lo sobrepasaron, y sin saber como enfrentarlos:
_” ¿Por qué se queda mirándome justo a mi? Esta mujer seguro me conoce de algún lado y ahora va a tomarme por el rey de los pervertidos. ¿Y si es la madre de una compañerita escolar de mi hija menor y a partir de ahora no la deja venir más a los cumpleaños? Al salir no tengo dudas va a correr la bolilla a las otras madres para que tomen distancia de este psicópata. Ya me veo llevando a la nena a clase y todos los padres mirándome con rechazo y temor. Esto es terrible, ¿cómo le explico a mi señora a fin de año por qué nuestra hija quedó repetidora y no quieren reinscribirla?”.



El Mouse rebelde me ignoraba y ya no me respondía, ni le interesaba que estaba contra las cuerdas y desesperado por cambiar el contenido.¡¡¡Lo que hubiese pagado en ese momento por que apareciera el símbolo de Google, Hotmail, de remate.com, o aunque fuera La Cicciolina en bolas, quien frente a estas chicas parece más bien Jacinta Pichimahuída !!

La vecina seguía en su pantalla pero sin dejar de clavarme los ojos. La impotencia me condujo a buscar un escape de emergencia haciendo un gesto de contrariedad como de haber perdido un papel, así que disimuladamente me agaché al piso y apreté el botón de Power. Salvado.

Huí despavorido a alta velocidad del lugar caminando con paso firme y seguro, aunque cada tantos metros miraba hacia atrás por miedo que me estuviera persiguiendo el cartel para estiramiento del pene. Hoy me enteré que el Cyber más cercano para hacer impresiones color esta en Melilla.

lunes, 7 de enero de 2008

Regalo de reyes

Regalo de reyes:
No sé si fue Melchor, Gaspar o Baltazar, pero apenas averigüe cuál de ellos le trajo a mis hijos todos esos regalos tan complicados, sin vacilar lo agarro a patadas de inmediato. Cuando despertamos el 6 de enero reconozco el placer que me dio verles las caras abriendo paquetes frente a sus zapatitos. Esto duró pocos minutos ya que enseguida debimos salir a usarlos, la presión era enorme y además dentro de unos años yo no querría recibir una llamada del psicólogo reprochándome que fui la causa `principal de los mayores traumas infantiles, por ello mis hijos me odian y no permiten que vea a los nietos.
Parecería que estoy fastidiado por gran cantidad de obsequios, mas en realidad no fueron tantos. Para el varón, un cocodrilo inflable, un perro estilo futurista a baterías con control remoto, y varios Dvds truchos de Playstation.
Para la nena llegaron: un juego de ollas y cubiertos de plástico, la Barbie de no sé qué Isla atorranta, el disfraz de Cenicienta y un elefante inflable.
Esa mañana calculé que arrancarían con los chiches "terrestres", pero poco tardé en darme cuenta que grave fue mi error. A las 11 AM salir presurosos a cualquier lugar donde hubiese agua aunque fuera estancada para estrenar los salvavidas. Llegada, playa repleta, cargar sillas, sombrilla, la heladerita y bolsos a granel, arena mil grados quemarme planta de pies, los nenes alérgicos a colaborar ni siquiera llevando sus propios juegos, caminar 200 metros hasta encontrar un espacio de 2 metros cuadrados, clavar palo de sombrilla, poner sombrilla, brisa suave, sombrilla darse vuelta, pequeño aumento del Pampero(ese mismo que cada tanto acaricia a mi bandera) vuelo de la sombrilla, salir corriendo a buscarla, alerta general, reproches de varias señoras que había niños jugando, y un gordo morocho grandote con pinta de boxeador jubilado se paró de repente con ganas de volver a ejercitar sus puños sobre mi cara . Por suerte sombrilla no pegarle a nadie, frenarse un instante y yo lograr tacklearla. Las demás sombrillas firmes e inamovibles. Cavar agujero tan profundo que no poder sentarnos a la sombra. Tantos años después de haberlo escrito se me vuelve a cumplir una máxima invariable:
No importa el precio que pague por ella, mi sombrilla es la más débil del mundo. Siempre está dispuesta a actuar gratis en el video de la canción" por ti volaré", y su gran mérito es hacerlo aún sin viento.
Contra mi voluntad y pese a las protestas esposa untarme crema protectora factor mil ochocientos, quedé como la momia de Titanes desde el centro de la pelada hasta las uñas del dedo gordo.
Ponerme a inflar los bichos. Cuando iba por la mitad del cocodrilo comencé a notar cierto mareo y molestia en los cachetes (de la boca por supuesto), y luego de unas 40 exhalaciones profundas cuando casi estaba finalizando con el elefante comencé a sentirme exhausto, el oxígeno no me llegaba al cerebro, la cara se me enrojeció mientras empezaba a ver alucinaciones y estrellitas como si hubiese fumado un pucho de hashish. Todos al agua. Niños y bichos aguantar bien temperatura, yo congelado huir a la orilla. Hay algo que no puedo comprender pues la publicidad en la caja mostraba varios niños divinos y sanitos matándose de la risa tanto sobre el cocodrilo como en el elefante, ante la también alegre mirada de su madre. Habiendo heredado una falta total de paciencia no sé de quién, mis hijos no lograban subirse o perdían la estabilidad fácilmente y en menos de dos minutos se largaron a putear a los pobres animalitos. Bajo riesgo de infarto me metí al agua para ayudarlos pero con escaso éxito, por lo que deduzco los chinos hacen estos inflables exclusivo para jóvenes equilibristas profesionales del Circo de Pekín, y seguramente a los nenes les están apuntando con armas para que rían en la foto.
Para colmo de males, mientras ellos fracasaban en sus intentos bajo la axila del cocodrilo emanaban decenas de burbujas, lo que evidenció la clásica pinchadura que posterirmente fui a reclamar en la juguetería y supieron sacarme a patadas.
Volver a la sombrilla, tirar los salvavidas con desprecio en la arena, hijo mayor buscar perro electrónico, yo explicar que no es juguete para playa, él continuar como si nadie hubiese hablado. Perfecto, ¡qué bárbaro tener tanta ascendencia sobre mis hijos y qué devoción noto sienten hacia mí!. Esposa tratar de abrir control remoto y panza del juguete, tornillo phillips imposible de mover, meter llave, romperse llave, meter otra llave ( la llave rota era de mi placard así que nadie se hizo mala sangre) Entre el perrito más control remoto precisar en total 8 pilas AAA y batería de 9volts. Ahí recordé hace años el día que mi padre me llevó la Feria de Tristán Narvaja para comprar alguna mascota y me decidí por un canario. El pajarito era de un hermoso color amarillo y costaba apenas cien pesos, el problema era que la jaula valía mil quinientos. Resultaba evidente que el dueño se dedicaba en realidad a construir y vender jaulas basado en el elemental principio lógico: ¿A qué ser humano que precie de "normal" se le ocurriría comprar un canario y llevárselo en la mano? Entonces me quedó claro que el inventor de los perros robots gana fortunas, pero fabricando pilas.
Me senté a leer un libro que estaba por empezar hacía tres años cuando los nenes se largaron a repetir sistemáticamente el "vamos nos" cada tres minutos, sin prisa ni pausa como si se hubiesen tomado una pastilla de Torturol 40 miligramos. Resistí lo que pude pero no logré concentrarme ni en el final del prólogo. Vuelta al hogar, cargar los bolsos, sillas, sombrilla rebelde, al cocodrilo pinchado me lo puse de bufanda y al elefante lo enganché con el dedo meñique de la mano izquierda pues ningún miembro familiar mostró interés en desinflarlo. Buscar en el camino pilas y destornillador fue otra odisea, llegar a casa, hija ponerse a jugar con la Barbie. Sólo porque me llamó la atención la belleza y colorido de la muñeca, quedé observando la caja de presentación. Por omisión habían dejado pegada la etiqueta del precio, el cual consulté a mi esposa disimuladamente sin que se dieran cuenta los pequeños, poniendo mirada inquisidora, dientes apretados y ojos agrandados. Ante el movimiento afirmativo de su cabeza estuve a punto de armar escándalo, pero de inmediato me cortó el paso argumentando que lo había cargado a la tarjeta en 6 pagos.Es admirable como logra desde hace varios años encontrar tanto chirimbolo todos los meses para pagar en 6 cuotas
Sebastián me pidió que fuera a verlo lucirse mientras mataba villanos en el nuevo Dvd del Playstation. Sus dedos movían con maestría los botones del control a gran velocidad, parecía Wolfgang Amadeus frente al piano en aquellos memorables conciertos de su juventud, aunque cuando traté de participar haciendo algún comentario o preguntando el nombre del héroe, noté que mi presencia se había tornado irrelevante. Allí descubrí cierta virtud del organismo humano que estoy seguro aún no conoce ningún profesor de Anatomía: En el momento que se enciende el Playstation en la pantalla , de inmediato a los menores se les cierra los conductos auditivos y quedan aislados del mundo exterior. Ni el hambre ni la necesidad de ir al baño logran revertir esta situación (también comprobé que ello se repite en muchos mayores durante los partidos de fútbol mientras sus esposas intentan dialogar de problemas cotidianos)
Fui al sillón a descansar un rato cuando de pronto cierto pensamiento ingresó por algún recoveco y se apoderó de mi mente: Toda la horda de gente que vende Dvd truchos de Playstation los copian sin pagar un mango de derechos, y como el representante de la marca no toma ninguna medida, ¡¡vamo arriba que acá no pasa nada!!!. Pero el día que por estas latitudes caiga don Roberto Sony a cobrar royalties, seremos muchos quienes iremos a hacerle compañía a Bengoa , y creo que estaría bueno aprovechar el tiempo ocioso pidiéndole alguna martingala para la ruleta. Después de años ganando tanto dinero sin duda las conoce todas.
Volviendo a los Reyes Magos, el próximo año donde me traigan algún otro presente griego, contrato dos piqueteros que los esperen despiertos toda la noche portando un cartel que diga:"Wizards Kings go home", les dejo el recipiente con agua de Botnia, les hago encepar los camellos por la Intendencia y que regresen a su país a pata.